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Moncho y Lucia |
Después de meses pude volver y recorrer las entrañas de la isla, digo entrañas porque sus espacios están siendo movilizados de un sector a otro por maquinaria, generando caminos internos que dejan ver otro poco de la Isla de Oro que no conocía…
Caminos que serpentean paralelos al riacho…hoy día prácticamente sin agua…
Nuevamente conectando con las Fotos y la Isla…
El reencuentro con el Río, y Sus Orillas…
La Isla ahí pegada un poco a la ciudad y otro poco al mismo
río…
Plena siesta del último día de enero de 2020 llegaba al río
y me reencontraba con El y esa misteriosa conexión que sucede después de tanto querer volver a verlo
y recorrer sus orillas a pies descalzos…
Me encontré con Sarita una Burra que ya es parte del lugar
desde hace años, sus dueños hoy día no están, pero siempre alguien da de comer
a Sarita…
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Sarita |
Finalmente terere de por medio iniciamos la caminata, éramos
tres recorriendo el camino abarcando toda su anchura, y claro los perros de
Moncho…dos por delante Manchita y la Negra…y a varios metros por detrás, la nueva adquisición, una cachorra que no se si tiene nombre aun…
Al adentrarnos en el camino suceden los comentario de mis
acompañantes – Aquí, vivía tal persona, - Aquí estaba tal lugar…
Suelo reírme con ellos cuando inician pequeñas discusiones
sobre la memoria del otro y la veracidad de sus recuerdos… Son Geniales en esos
momentos… se ríen de ellos mismos….
Luego de terminado el camino, iniciamos otro sobre
pastizales sorprendentemente verdes y a un par de metros sobre tanto verde, una Curiyú extendida tomaba sol,
los perros la caminaron por encima hasta que la vieron y comenzaron los
ladridos y las mordidas…ellos a la serpiente y la serpiente a ellos…
Adrenalina al ver la escena y no ser capaz por
desconocimiento a como terminaría aquello…perderme de hacerle fotos..
En segundos la serpiente se movió, mordió y desapareció
entre pastizales más altos y espesos…
La caminata siguió y llegamos al lugar donde Moncho vivió de
niño junto a su Madre, Hermanos y Tíos.
En el lugar me mostraba un montículo de tierra que se
elevaba y extendía un buen trecho adentrándose desde el riacho hacia la isla…era
una suerte de reten, de barrera para el agua, que habían construido sus familiares,
y tantos años después, quizá más de 40...Seguía ahí, le habían sucedidos tantas
inundaciones, tanto había crecido y muerto sobre el lugar…que aunque era solo
un montículo de tierra…era parte de la historia de alguien…
No pudiendo meternos más por la vegetación que era espesa…volvimos
ya con los ánimos y los cuerpos cansados.
Éramos testigos del sol colándose por la copa de los árboles
al camino, inspirábamos el aroma de la vegetación cuando en esos horarios se van desprendiendo inconfundiblemente en el aire
al final de la tarde, y el sol, a un lado del camino, nos obsequia sus últimas
luces para que lleguemos….
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