Sama Formosa: Amanecer Camino a Isla 9, Formosa

Volví a visitar el frondoso bosque con árboles de antaño que tiene este sector del camino. Por esas horas el silencio, el frío y la oscuridad del lugar, me generaban mucho respeto. Al iniciar nuevamente el camino, esta vez por bajo los árboles que casi no dejaban pasar luz, finalmente el sol se dejó ver en un horizonte de árboles enormes y a los pies de uno de ellos, caído, vi el amanecer, por entre sus ramas, iluminando el sendero, los pastizales y el mismo río...

Amanecer Camino a Isla 9, Riacho de Oro, Formosa

Así es, que deje la ciudad aun en penumbras y me adentre por los senderos apenas visibles de aquel horario, lo recorrí acompañado del silencio, el frío y la tensión de quien no sabe lo que hay en las sombras.

Finalmente llegue al Reventón, como suelen llamar, a esa especie de canal, que cruza a lo largo las tierras, llega al riacho de oro y separa el camino en dos lomadas, una más alta que la otra.

Después de bajar las aguas, este punto en especial suele quedar por buen tiempo húmedo y lleno de camalotes, los que hacen de ese punto en concreto, una tremenda aventura poder cruzarlo, pero esta vez se pudo.

Subiendo la pendiente, unos metros por delante, me reencontré con ese tan anhelado lugar, el bosque de monumentales e imponentes árboles, descanse en sus inicios, como saludándolos, estire las piernas y hasta me plantee quedar, pero no era el lugar, al que tenía en mente para las fotos.

Retome el camino transitando bajo el bosque de copas altísimas y hacinadas, iba intentando no imaginar más de lo necesario, o evitar que llegaran pequeños flashes visuales, de lo visto, leído o escuchado en algún momento…

Es entonces, cuando aparece frente mí, tumbado en el camino, lo que de seguro fue, por su tamaño, un gran árbol, tras él, el sol, que se iba acomodaba en el horizonte y por entre sus ramas, su luz en colores naranja intensos, bañaba el camino, los pastizales y al mismo río con un dorado de cuentos…

Con la desesperación de quien no quiere que algo se escape, desarme mis bártulos y ahí mismo inmortalicé al amanecer con las primeras tres fotos de aquel día…

Otro poco de camino y llegue donde tenía ya hechas las fotos, hace días en mi cabeza...

Casi en ritual acomode las cosas, coloque la hamaca y estrene el momento antes que se escapara… luego continúe buscando leña, hice el fuego, monte la parrilla y ahí iba con la primera de las ideas, llevándola a cabo, minutos después, torta a la parrilla en mano, recién salida de sobre las brasas, le daba el primer mordisco a aquella… Mi Pequeña Gran Creación, sentado en el centro de la hamaca, respirando el frío de la mañana a orillas del río, con los ojos cerrados y el sol dando de lleno, acompañando el calor de las brasas. A ese momento, no le podía pedir mucho más…

Apenas llegue y antes de armar nada aun, desde lo profundo y oscuro del monte, unos fuertes sonidos se hacían escuchar insistentemente, unos Carayás que luego los veía llegar tirándose de rama en rama hasta la copa del árbol, bajo el que los veía, eran tres y me hicieron compañía, en silencio durante toda la mañana, disfrutábamos por separados del sol, ellos en las alturas y yo a unos pocos centímetros del suelo tumbado, mirándolos, preguntándome un sinfín de cosas.

Las horas pasaron, como pasan esos días, en que uno se pierde en la semana creyendo que es un día, cuando ya es otro, desaparecieron y ahí estaba yo, planeando el almuerzo y claro, también las fotos.

Seguí juntando leña, durante la recolección, uno de esos hallazgos encapsulados por el lugar y el tiempo, una manguera de esas negras, gruesas que traen agua, enterrada, se asomaba por sobre la superficie, con dirección hacia el río, indicios de que en algún momento alguien vivió por estos lugares, por sorprendente que pareciera ahora, estos lugares tuvo gente viviendo en ellos en el pasado.

Minutos después ya con todo a mano, daba inicio a preparar mis lentejas que no se hicieron esperar nada, el fuego de las leñas acorto los tiempos y ahí estaba nuevamente horas más tarde, a punto de probar la segunda de mis Pequeñas Grandes Creaciones de aquel del día, el resultado una de las más ricas que hice, con el aroma a humo de las leñas impregnado en los sabores, cada bocado invitaba al próximo, hasta terminar el plato y tumbarme nuevamente a la hamaca...

El sol por esas horas ya no daba de lleno y el frío me invitaba a pensar que hacer, café de por medio, disfrute un poco más del lugar y comencé a despedirme de él, lentamente...

Intentando dejar todo como lo había encontrado, me fui alejando del lugar, deteniéndome a capturar pequeños puntos de mi regreso hacia la ciudad, y al llegar al inicio del bosque, antes de bajar hacia el Reventón, guarde la cámara y el viaje de regreso lo hice casi en picada, pero con la promesa tacita, sin mirar atrás, de volver en algún momento….